¿Por qué hablamos tanto de caca?

Marco A. Velasco. Voluntario del Grupo de Movilización Social de ONGAWA.

¿Por qué hablamos tanto de caca? Hablar de caca no está bien visto. Produce vergüenza y extrañeza. Un psicoanalista vería el filón en alguien que no para de hablar de caca. No nos planteamos qué ocurre después de tirar de la cadena. Simplemente asumimos que la caca desaparece, con la misma facilidad con la que la bombilla se enciende al pulsar el interruptor, como por arte de magia.

¿Por qué esta obsesión con el saneamiento? Por varios motivos. Primeramente por una cuestión de dignidad. Si habéis tenido que mear o cagar en un retrete terriblemente sucio, si os habéis visto en un apurón sin váter a la vista, si habéis pasado alguna vez cerca de un colector roto y apestoso, si habéis tenido problemas para deshaceros de una compresa usada o encontrar una limpia, si habéis visto imágenes de los riachuelos en medio de las calles de una favela o un slum, sabréis de lo que hablo. A nadie le gusta pasar por ello.

Pero principalmente se trata de una cuestión sanitaria. Fijaos en el gráfico. Se llama el ciclo fecal-oral (F-diagram en inglés, porque en él todos los componentes empiezan por efe: heces, fluidos, dedos, moscas, campos, comida, y cara).

Las heces contienen una gran cantidad de virus, bacterias, y quistes y huevos de parásitos. Se calcula que un gramo de caca de un adulto puede tener entre 5 y 500 millones de bacterias coliformes (las cacas de los bebés son incluso más peligrosas). Y claro, si cagamos en medio del campo la contaminación se puede propagar hasta nuestra boca por varias vías. Con el saneamiento adecuado se impide que las heces entren en contacto con los cultivos y con el agua de consumo. Algunos tipos de saneamiento impiden también el contacto con las moscas, que tienen una facilidad pasmosa para revolotear de la mierda a la comida y viceversa, y casi con la misma insistencia con la que se chocan contra un cristal.

Hay una vía muy importante que no queda resuelta con el saneamiento, y es la transmisión a través de las manos. Bien directamente a la boca, o bien por una inadecuada manipulación de alimentos. Por eso en los proyectos de ONGAWA también se trabaja la concienciación en hábitos higiénicos, siendo la estrella “el lavado de manos”.

El saneamiento y la higiene son dos patas de una misma estrategia. Dos gestos sencillos que deberían estar al alcance de todo el mundo.

Cada año se dan 4.000 millones de casos de diarrea y cólera, y casi dos millones de muertes, el 90% en niños menores de 5 años.

¿Hasta cuándo?

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